20 de abril de 2008

Me he olvidado de volar


Wendy creyó que ahora él comprendería, pero no fue así.
-Peter Pan - dijo ella temblando -, ¿esperas acaso que yo vuelva contigo?
-Naturalmente. Para eso he venido. -Y añadió con cierta severidad-: ¿Has olvidado que es la época de la limpieza primaveral?
Wendy sabía que era inútil decirle que habían pasado desde su última entrevista muchas épocas de limpieza primaveral.
-No puedo ir -dijo excusándose-, me he olvidado de volar.
-Pronto te enseñaré otra vez.
-Peter Pan: no malgastes en mí el polvo de las alas de las hadas.


Se habían levantado y un temor asaltaba ahora al niño.
-¿Qué es eso? -gritó estremeciéndose.
-Voy a encender la luz -repuso ella -, y entonces podrás verlo por ti mismo.
Casi por primera vez que nosotros sepamos, Peter Pan se asustó.
-¡No enciendas la luz! -exclamó.

Ella dejó que sus manos juguetearan con los cabellos del niño maravilloso. Ya no era una niña enamorada, era una mujer hecha y derecha que sonreía a todo aquello con sonrisa melancólica.
Encendió la luz y Peter Pan la vio. Dio el niño un grito de dolor, y cuando la alta y bella dama se inclinó para levantarlo en sus brazos, retrocedió violentamente.
-¿Qué es esto? -exclamó de nuevo.
Y ella tuvo que explicárselo.
-Soy persona mayor, Peter Pan. Tengo más de veinte años, crecí hace mucho tiempo.
-Tú me prometiste que no crecerías, Wendy.
-No pude evitarlo.



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