30 de septiembre de 2007

Esa mirada tuya...


-Quítate el vestido- dijo él en voz baja. Asustada lancé una rápida mirada; no sabía si lo había oído o me lo había imaginado. Estábamos en la cocina, yo junto al fregadero y él apoyado en la encimera de enfrente, con los brazos cruzados. Se suponía que habíamos salido a tomar un café. Pero, a menos que estuviera teniendo alucinaciones auditivas, él acababa de pedirme que me quitara el vestido.
-¿Cómo dices?-balbucí. Me miro fiíjamente, impasible, y me estremecí.
-Ya me has oído- dijo.
Sentí una mezcla de indignación y terror.¿Cómo se atrevía?y ...¿ qué se suponía que tenía que hacer yo ahora? Lo más lógico habría sido decirle que se marchara inmediatamente, pero lo que hice fue decirle:
-Pero si ni siquiera nos han presentado.- era un intento de quitar leña al fuego. Pero a él no le hizo ninguna gracia.

-Venga- insistió con un tono extrañamente persuasivo-.Quítatelo.
Se me hizo un nudo en la garganta. No había bebido lo suficiente para afrontar una situación así. Si había llegado a esa situación fue porque mi amiga me dejo tirada en el bar, me guiñó un ojo y dijo mirándole a él: "Pero cuidado con ese tipo, vigila dónde te pone las manos". Y dicho esto desapareció, creyéndose la mar de graciosa y dejándome con un palmo de narices. Al cabo de un rato intenté escaparme, pero él, con firmeza y galantería me invitó a una copa y se ofreció a acompañarme a casa después.
- Quítate el vestido -insistió- quítatelo.
Me di cuenta por su tono que hablaba en serio.
- Desabróchate el primer botón- dijo.
Ése fue el momento en que debí darme cuenta, por su tono, de que hablaba en serio. Aquello no era ningún juego de niños,y no me gustaba nada. Pero en lugar de echarle me lleve la mano al escote...vacilé...y me paré. Qué demonios, me dije. No pienso quitarme el vestido porque este descarado me lo pida.
- Si no lo haces, yo lo haré por ti.- dijo con un tono ligeramente amenzador.
Asustada desabroché torpemente el botón, sin poder creer lo que estaba haciendo. ¿Qué le había pasado a mi dignidad?
- Ahora el otro- dijo mirándome con los ojos entrecerrados.
Cada vez estaba más excitada, Con dedos temblorosos, me desabrochñe el siguiente botón.
- Sigue -dijo con una sonrisa sexy e inquietante. Fui desabrochándome lentamente todos los botones del vestido: mientras lo hacía, el no me quitaba los ojos de encima. Cuando terminé, crucé los brazos sobre el pecho.
- Quítatelo- me ordenó.
No me moví.
- He dicho que te lo quites.
Hubo una tensa y larga pausa. Hasta que, turbada, desafiante, pero obediente, me quité el vestido y se lo entregué. Él cogió el vestido , sin dejar que nuestras manos se tocaran, y lo dejó sobre la encimera. Nos miramos a los ojos, y su expresión me produjo un escalofrío. Aunque hacía calor, se me puso la carne de gallina.
- A ver, déjame pensar qué puedo hacer contigo.- Me examinó de arriba a abajo, como si yo fuera una vaca de concurso. Me entraron ganas de esconderme, pero hice un esfuerzo y me enderecé, metiendo barriga y sacando pecho. Hasta pensé en apoyar una mano en la cadera, pero me pareció que quedaría demasiado descarada.
- ¿Qué más te puedes quitar? Aunque suene ridículo, lo último que yo quería quitarme eran los zapatos; no quería perderlos porque el tacón era alto y me estilizaban las piernas.
- Vale, quítate el sujetador.
- ¡No!

- ¡Si!.- me miró con una sonrisa burlona.
Nos miramos fijamente: yo estaba ruborizada de vergüenza y excitación. De pronto me fijé...en su revelador ..........en sus vaqueros...y sin darme cuenta me llevé las manos a la espalda y busqué el cierre del sujetador. Pero después de desabrochármelo, me quedé paralizada. No me atrevía a quitármelo.
- Sigue- dijo él con con tono autoritario al ver que me había detenido.
- No puedo- dije.
- Vale- repuso él, comprensivo-. Baja un tirante por el brazo.
Obedecí hechizada por su inesperada delicadeza.
- Ahora el otro- dijo Volví a obedecerle.
- Y ahora, dámelo.
Al estirar el brazo para entregárselo, me di cuenta de hasta qué punto me deseaba. Pero inmediatamente, volví a sentir aquella mezcla de humillación y excitación.
- Ahora ven aquí y haz lo que me hiciste el otro día en tu fiesta- me ordenó. Sentí verguenza y no me moví.
- Ven.-Insistió.
Fui hacia él como una autómata, con la vista clavada en el suelo.
- Verás- dijo entonces cogiéndome una mano y colocándola en la hebilla de su pantalón -, es que tú y yo tenemos un asunto por terminar.
No sabía dónde meterme, y me volví. - Ven aquí- dijo mientras yo intentaba apartar la mano.
- No- dije
- Estas empezado a repetirte- se burló.
Él tenía las manos en mi cintura, pero se mantenía deliberadamente apartado de mí. Y a mí aquel hombre tan corpulento y extraño me asustaba demasiado como para que me apoyara en él. Ni siquiera me atrevía a mirarlo.
- Adelánte- intentó deslizar mi mano por sus pantalones-. Acaba lo que empezaste el sábado.
Estaba abochorada y mareada de excitación. Intenté apartarme.
- Oh, no- dijo él con una risita desagradable-.Basta de jueguecitos. A los hombres no les gusta que les tomen el pelo.

Me di cuenta de que no podía continuar. Notaba que algo crecía dentro de mí, y tuve que parar para que esa sensación no me abrumara. Esta vez no me pidió nada ni me ordenó que hiciera nada. Pero yo oía el ronco sonido de su respiración, y notaba su cálido aliento en la cabeza. Ambos estábamos ganando tiempo, aunque no sé a que esperábamos. Tuve la sensación de que estábamos en una vía muerta, a la espera de que algo pasara de largo. Entonces, me rodeó por la cintura con su brazo, con un gesto sorprendentemente protector. Al notar su brazo sobre mi espalda me estremecí.
Lentamente , sin mirarlo, empecé a desabrocharle el cinturón. El grueso cinturón negro de piel (hasta eso me intimidaba) se soltó con un leve pero evocativo chasquido. Y se quedó colgando de los pantalones. Él intentaba respirar con normalidad, pero no le resultaba fácil.
Contuve la respiración y desabroché le primer botón de sus vaqueros. Luego el siguiente. Y el siguiente. Cuando terminé me quedé quieta, esperando a que me dijera qué debía hacer a continuación.
- Mírame. dijo.
Levanté la vista a regañadientes,y cuando finalmente nos miramos, algo estalló dentro de mi, algo que vi reflejado en su cara. Lo miré fijamente,asustada y admirada, llena de deseo. Anhelaba sus caricias, su ternura, sus besos, el tacto de su rasposa mandíbula en mis mejillas, el olor de su piel. Levanté una mano temblorosa y le acaricié su sedoso cabello. En cuanto lo toqué, el dique se vino abajo. Esta vez no esperámos a que la locura pasara de largo. Nos abalanzamos en uno sobre el otro, tirando, arrancando, besando, arañando. Jadeante, le tiré de la camisa, intentado quitársela para acariciarle la suave espalda, la línea de vello de su vientre... él me abrazaba, me acariciaba, me mordía. Enredó sus dedos en mi cabello, me echó la cabeza hacia atrás y me besó con tanta rabia que me hizo daño.
- Te deseo...

Esas palabras que salieron de su boca...fueron el detonante.
Lo miré a las pupilas con avidez, y vi que tenía las pupilas dilatas.

Yo ya no podía esperar más... ...