31 de diciembre de 2009

Y para acabar...


Un viejo en Venecia


En Venecia, viejo y envejecido, casi mudo,
rodeado de libros, de soledad, de gatos,
el poeta Ezra Pound,
habló, en un breve, muy breve encuentro con Grazia Livi.
Le comentó, sin autocompasión y sin desprecio,
secamente, con voz entrecortada:
«Al final pienso que no sé nada.
No tengo nada que decir, nada».
Si después de tan alto ejemplo, de tan clara sentencia,
aún sigo escribiendo, arañando palabras en el humo,
no es, que la muerte me libre,
por bastardo interés o absurda vanidad,
sino tan sólo por una simple razón,
porque no conozco otro medio, a excepción del suicidio,
-innecesario es un poema como un cadáver-
para dar testimonio de nada a nadie,
del mundo que contemplo, de esta vida,
de su horror gastado y cotidiano.
Que el viejo Pound, desde su tumba,
me perdone por unir su nombre
a estas sórdidas palabras desesperadas.


J.L. Panero

24 de agosto de 2009

Existeeeeeeeee

Malas noticias para los que me tomaban por chiflada...

El "Burrito Azul" EXISTE!! ^___^


13 de agosto de 2009

A la luna en tu ventana

Entre dos oscuridades, un relámpago

Sabemos adónde vamos y de dónde venimos. Entre dos
oscuridades, un relámpago.
Y allí, en la súbita iluminación, un gesto, un único gesto,
una mueca más bien, iluminada por la luz de estertor.

Pero no nos engañemos, no nos crezcamos. Con humildad,
con tristeza, con aceptación, con ternura,
acojamos esto que llega. La conciencia súbita de una
compañía, allí en el desierto.
Bajo un gran luna colgada que dura lo que la vida, el
instante del darse cuenta entre dos infinitas
oscuridades,
miremos este rostro triste que alza hacia nosotros sus
grandes ojos humanos,
y que tiene miedo, y que nos ama.
Y pongamos los labios sobre la tibia frente y rodeemos
con nuestros brazos el cuerpo débil, y temblemos,
temblemos sobre la vasta llanura sin término donde sólo
brilla la luna de estertor.

Como en una tienda de campaña,
que el viento furioso muerde, viento que viene de las
hondas profundidades de un caos,
aquí la pareja humana, tú y yo, amada, sentimos las
arenas largas que nos esperan.
No acaba nunca, ¿verdad? En una larga noche, sin
saberlo, las hemos recorrido;
quizá juntos, oh, no, quizá solos, seguramente solos, con
un invisible rostro cansado desde el origen, las
hemos recorrido.
Y después, cuando esta súbita luna colgada bajo la que
nos hemos reconocido
se apague,
echaremos de nuevo a andar. No sé si solos, no sé si
acompañados.
No sé si por estas mismas arenas que en una noche hacia atrás
de nuevo recorreremos.
Pero ahora la luna colgada, la luna como estrangulada,
un momento brilla.
Y te miro. Y déjame que te reconozca.
A ti, mi compañía, mi sola seguridad, mi reposo
instantáneo, mi reconocimiento expreso donde yo
me siento y me soy.
Y déjame poner mis labios sobre tu frente tibia -oh,
cómo la siento- .
Y un momento dormir sobre tu pecho, como tú sobre el
mío,
mientras la instantánea luna larga nos mira y con piadosa
luz nos cierra los ojos.


Vicente Aleixandre

14 de mayo de 2009

Minas de sal




A medida que me acercaba, mis pasos crujían cada vez más fuerte, por eso decidí descalzarme. Sólo funcionaba a medias, pero logré así no interrumpir las oraciones del feligrés de la primera fila.

Me iba a dejar caer en los bancos de la mitad, pero a esa altura, el supuesto feligrés ya no me lo parecía tanto. Así que hinqué mis rodillas justo detrás de él, en la segunda fila, en la fría piedra. No cerré los ojos, ni tan siquiera uní mis manos en señal de plegaria. Allí sólo había una persona rezando.

-Nací en el seno de una familia católica.
-Mi padre dejó de creer cuando levantó la primera piedra. –sin ironías.

Me había acostumbrado a que nuestras conversaciones comenzaran así, relegando el factor sorpresa a un segundo plano. Él también, o eso creo.

-¿Cómo has llegado hasta aquí?
-El coche se quedó sin gasolina.
-¿Justo aquí?
-Dejé que se agotara a propósito.

No respondió, pero yo sabía que había una pregunta rondando por su mente. Una pregunta que no se atrevería a hacer.

-Cuando me quedo sin el último recurso es cuando te encuentro…



1 de mayo de 2009

Fauna imprescindible (VII)



Este pequeño cilindro peludo y marrón da ganas de cogerlo en brazos y darle un achuchón, ¿cierto? Déjenme decirles, entonces, que si lo hacen se pueden ir despidiendo del mañana, ya que este adorable cilindro peludo es más bestia y violento que Hulk cuando tiene un mal día. Aunque esta lindda rata-topo no lo hace con maldad, sino porque es el estilo de vida que ha elegido...por eso sus rituales de apareamiento son a lo Sodoma y Gomorra...

PD. No crean que por ser ciego tiene desventaja...

15 de marzo de 2009

Baudelaire et les chats



Mansos a la par que fuertes, son los gatos queridos
de los enamorados y los sabios austeros
que, con la edad madura, se hacen también caseros
y buscan, friolentos, tibio calor de nidos.
Amigos de la ciencia y el amoroso arrullo,
gustan de los silencios, y a la noche son fieles.
A Erebo le sirvieran de fúnebres corceles
si acaso ellos al freno doblegarán su orgullo.
Toman, cuando meditan, actitudes serenas
de Esfinge del desierto que, sobre las arenas,
se adormece en ensueños de eternas dimensiones.
Sus lomos tan fecundos dan mágicas centellas,
y en sus pupilas místicas, minúsculas estrellas,
como arenillas de oro, forman constelaciones.


15 de febrero de 2009

Fauna imprescindible (VI)

Este afable bichillo sólo está receptivo la mitad del año, ya que la otra se la pasa hibernando a pata suelta, excepto cuando a los humanos les da por sacarle de su soporífero sueño y preguntarle cuántas semanas más de invierno quedan. Este año ya dijo que quedaban 6 más, pero creo que es debido a la mala leche que tiene al despertar (normal, llevaba 4 meses haciéndolo y le interrumpen).
El bicho en sí hibernaba tradicionalmente en Alemania, luego se la llevaron a ella y a esa maldita costumbre de despertarla a mitad del sueño a EE.UU.

No puede ser sino...




la agradable marmota del invierno.


¡Feliz día de la marmota!

9 de febrero de 2009

Que llega el 9 de febrero...

...y otra vez soy carcelero de unos besos sin carmín.


Será por ti que lo mío en las nubes sólo es un desliz...



Marea - Barniz

29 de enero de 2009

Canción otoñal


¿Y si la muerte es la muerte,
qué será de los poetas
y de las cosas dormidas
que ya nadie las recuerda?
¡Oh sol de las esperanzas!
¡Agua clara! ¡Luna nueva!
¡Corazones de los niños!
¡Almas rudas de las piedras!
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas
y todas las rosas son
tan blancas como mi pena.

18 de enero de 2009

Fauna imprescindible (V)

Este potencialmente gigantesco pez vive en una lucha constante por mantenerse derecho. Es el resultado de lo que algunos llaman "la gracia de Dios". Con éste, indudablemente se pasó un pelín, porque con el tamaño de sus aletas laterales y su imperfecta simetría más bien lo verán ustedes nadar de lado.
Es íntimo de la gamba boxeadora.


12 de enero de 2009

Viajes

Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades.

Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".

Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.

Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.