8 de diciembre de 2008

Sólo nudo y desenlace

No ha sido un año, sino dos mitades, sin límites definidos ni cuantificables. Un año que son dos. Un año “de”.
De finales sin emoción, de odio irracional al número 8, de méritos no reconocidos y algunos irreconocibles. De días sin palabras, de falta de hambre, ¡de las estancias del hambre! De sábados y domingos atropellados, de ataques injustificados, de escuchar lo que luego se transforma en rabia contenida, de defender lo que perdono, de las explicaciones. De noches en que nos merecimos el infierno (séptimo círculo, tercer recinto). Del renacimiento del correo, ¡de los poemas en mi correo!, de un gato que me falta, de personas que me sobran. De números, como el 44, por ejemplo, o el 8 (de nuevo, el detestable 8). De escribir y pensar lo deleznable, de quedarme sin movimiento. Del peso sobre mi hombro izquierdo. De miseria entremezclada con esplendor. De desear el abandono pero con la toalla escondida. De bisturís, de sótanos con vistas a la vida, de ventanas opuestas con distinta lluvia, de vapores diferentes en mis fosas nasales. Del poeta que, según empezó el año, dejó su sillón. De carreras de lágrimas ganadas. De fotogramas despreciables e indeseados. De montones de papeles, de desorden inconmensurable, de mentiras que no llegué a decir.
De ser objeto, sujeto y diana.

De estar sentada tras los visillos suecos, y no poder salir.
Busqué, entre tanto, otras preposiciones que casasen con este 2008. Pero es que ninguna otra le sienta tan bien o puede calificar de forma tan precisa este año (vacío o lleno de recuerdos, da igual) que se está yendo…









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3 de diciembre de 2008

La tristeza del cronopio





A la salida del Luna Park un cronopio advierte que su reloj atrasa, que su reloj atrasa, que su reloj.

Tristeza del cronopio frente a una multitud de famas que remonta Corrientes a las once y veinte y él, objeto verde y húmedo, marcha a las once y cuarto.

Meditación del cronopio: "Es tarde, pero menos tarde para mi que para los famas, para los famas es cinco minutos más tarde, llegarán a sus casas más tarde, se acostarán más tarde.

Yo tengo un reloj con menos vida, con menos casa y menos acostarme, yo soy un cronopio desdichado y húmedo".

Mientras toma café en el Richmond de Florida, moja el cronopio una tostada con sus lágrimas naturales.